TRAS LA HUELA DE BUDA

TRAS LA HUELA DE BUDA

miércoles, 23 de junio de 2021

EL LIBRO TIBETANO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE. CAPÍTULO 19. RESUMEN

 

CAPÍTULO 19

Edgardo Rafael Malaspina Guerra


Ayudar después de la muerte.

1

En el mundo moderno, una de las más profundas fuentes de angustia para quienes lloran la muerte de un ser querido suele ser, con gran frecuencia, la convicción de que ya no pueden hacer nada para ayudarlo, convicción que sólo agrava y oscurece la soledad de su aflicción. Pero eso no es cierto. Hay muchas, muchísimas maneras en que podemos ayudar a los muertos, y al mismo tiempo ayudarnos a nosotros mismos a sobrevivir a su ausencia.

2

El periodo más poderoso para hacer prácticas espirituales para alguien que acaba de morir es durante los cuarenta y nueve días del bardo del devenir, y sobre todo en los veintiún primeros días.

3

Nunca es demasiado tarde para ayudar a alguien que ha muerto, por mucho tiempo que haya pasado desde entonces.

4

En el bardo del devenir, como ya he dicho, la conciencia del difunto vuelve a pasar por la experiencia de la muerte cada semana, exactamente el mismo día.

5

Entre los tibetanos, lo normal cuando muere alguien es que sus parientes y amigos se reúnan, y todo el mundo encuentra siempre una manera u otra de ayudar. Toda la comunidad presta un importante apoyo espiritual, emocional y práctico, y la familia del difunto nunca queda desatendida ni sin saber qué hacer. En la sociedad tibetana, todos saben que se está haciendo todo lo posible por el muerto, y ese conocimiento permite a los parientes afligidos soportar, aceptar y sobrevivir a la muerte de sus seres queridos.

6

Ocurre con frecuencia que, tras la muerte de un ser querido, la persona queda con una intensa sensación de culpa y repasa obsesivamente los errores cometidos en su relación, o se tortura con pensamientos sobre lo que hubieran podido hacer para evitar la muerte. Ayúdele a hablar de estos sentimientos de culpa, por irracionales y absurdos que parezcan. Poco a poco la culpa irá disminuyendo y el sobreviviente llegará a perdonarse y reanudará su vida.

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Si nos lo permitimos, podemos aprender mucho del dolor y la aflicción por la pérdida. El dolor por la pérdida de un ser querido puede obligarnos a contemplar directamente nuestra vida y forzarnos a encontrar en ella un sentido del que tal vez antes carecía. Cuando se halla uno solo después de la muerte de una persona a la que amaba, puede surgir la sensación de que se le ofrece una nueva vida y se le pregunta: «¿Qué vas a hacer con esta vida? ¿Por qué deseas seguir viviendo?»

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Así pues, mi consejo de corazón para quienes se hallan en las profundidades del dolor y la desesperación tras haber perdido a una persona muy querida es que recen pidiendo ayuda, fortaleza y gracia. Rece por que pueda sobrevivir y descubrirle el sentido más pleno posible a la nueva vida en que ahora se encuentra. Sea vulnerable y receptivo, sea valeroso, sea paciente. Por encima de todo, examine su vida en busca de maneras de compartir más profundamente su amor con los demás desde ahora mismo.

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