CAPÍTULO
19
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
Ayudar
después de la muerte.
1
En
el mundo moderno, una de las más profundas fuentes de angustia para quienes
lloran la muerte de un ser querido suele ser, con gran frecuencia, la
convicción de que ya no pueden hacer nada para ayudarlo, convicción que sólo
agrava y oscurece la soledad de su aflicción. Pero eso no es cierto. Hay
muchas, muchísimas maneras en que podemos ayudar a los muertos, y al mismo
tiempo ayudarnos a nosotros mismos a sobrevivir a su ausencia.
2
El
periodo más poderoso para hacer prácticas espirituales para alguien que acaba
de morir es durante los cuarenta y nueve días del bardo del devenir, y sobre
todo en los veintiún primeros días.
3
Nunca
es demasiado tarde para ayudar a alguien que ha muerto, por mucho tiempo que
haya pasado desde entonces.
4
En
el bardo del devenir, como ya he dicho, la conciencia del difunto vuelve a
pasar por la experiencia de la muerte cada semana, exactamente el mismo día.
5
Entre
los tibetanos, lo normal cuando muere alguien es que sus parientes y amigos se
reúnan, y todo el mundo encuentra siempre una manera u otra de ayudar. Toda la
comunidad presta un importante apoyo espiritual, emocional y práctico, y la
familia del difunto nunca queda desatendida ni sin saber qué hacer. En la
sociedad tibetana, todos saben que se está haciendo todo lo posible por el
muerto, y ese conocimiento permite a los parientes afligidos soportar, aceptar
y sobrevivir a la muerte de sus seres queridos.
6
Ocurre
con frecuencia que, tras la muerte de un ser querido, la persona queda con una
intensa sensación de culpa y repasa obsesivamente los errores cometidos en su
relación, o se tortura con pensamientos sobre lo que hubieran podido hacer para
evitar la muerte. Ayúdele a hablar de estos sentimientos de culpa, por
irracionales y absurdos que parezcan. Poco a poco la culpa irá disminuyendo y
el sobreviviente llegará a perdonarse y reanudará su vida.
7
Si
nos lo permitimos, podemos aprender mucho del dolor y la aflicción por la
pérdida. El dolor por la pérdida de un ser querido puede obligarnos a
contemplar directamente nuestra vida y forzarnos a encontrar en ella un sentido
del que tal vez antes carecía. Cuando se halla uno solo después de la muerte de
una persona a la que amaba, puede surgir la sensación de que se le ofrece una
nueva vida y se le pregunta: «¿Qué vas a hacer con esta vida? ¿Por qué deseas
seguir viviendo?»
8
Así
pues, mi consejo de corazón para quienes se hallan en las profundidades del
dolor y la desesperación tras haber perdido a una persona muy querida es que
recen pidiendo ayuda, fortaleza y gracia. Rece por que pueda sobrevivir y
descubrirle el sentido más pleno posible a la nueva vida en que ahora se encuentra.
Sea vulnerable y receptivo, sea valeroso, sea paciente. Por encima de todo,
examine su vida en busca de maneras de compartir más profundamente su amor con
los demás desde ahora mismo.
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