CURSO DE BUDISMO.
Darin McNabb
2/6
2016
Imagínate una persona
2,000 años en el futuro tomando un curso sobre la historia de la filosofía y
que aprendiera que en el segundo milenio después de Cristo hubo algo que se
llamaba la filosofía europea que comprendía desde Sto. Tomás de Aquino hasta
Edmund Husserl y que luego hubo un tal Heidegger que echó todo eso por abajo.
Ésa sería la caracterización más ligera y pobre posible del último milenio de
filosofía. Sin embargo, eso es básicamente cómo un alumno de filosofía hoy en
día ve la filosofía en la India Antigua, a saber, que está el hinduismo que
habla del atman, el alma individual que refleja el principio cósmico del brahman,
y luego el Budismo que dice que esas cosas son ilusiones. Y eso sí sabe algo
del tema. La mayoría ven esa época en el pensamiento de la India como pura
religión y mitología y no le prestan mucha atención, al menos filosóficamente.
Pues ésa es una idea muy equivocada. El contexto cultural y filosófico en el
que el Buda nació fue bastante complejo y heterogéneo. Hablar del hinduismo
como tal es como hablar de la
filosofía europea como tal. En lugar de una sola posición monolítica, hubo
literalmente docenas de escuelas y posturas filosóficas que, aun cuando
respondían a las antiguas escrituras védicas, planteaban diferentes formas de
entender la naturaleza de la realidad y el lugar del hombre dentro de ella. Los
estudiosos del tema han catalogado estas escuelas en nueve básicas, entre las
cuales está la respuesta del budismo. Aun cuando las enseñanzas del Buda tengan
un fin sumamente práctico, se basan sobre reflexiones teóricas bastante
sofisticadas que, como veremos, reflejan y en algunos sentidos superan las
ideas de filósofos como David Hume y el mismo Nietzsche.
Bueno, pues retomemos la
historia del Buda y su iluminación que vimos en el primer vídeo. Tras alcanzar
el nirvana, el Buda viajó a un pueblo que se llama Sarnath donde encontró a
cinco compañeros suyos con los que anteriormente había practicado el ascetismo
tradicional. Fue a ellos que dirigió su primera enseñanza o discurso. Por
cierto, nadie sabe con seguridad en qué idioma hablaba el Buda, pero lo que sí
sabemos es que el idioma en que sus enseñanzas fueron asentadas por escrito
siglos después de su muerte fue el Pali. Este idioma toma su nombre de la
palabra “pali” que significa la línea sobre la que se escribía el texto. En
aquel entonces se escribía sobre largas hojas de palmera. En mi viaje a Asia vi
que todavía usan esta forma de escribir y leer las escrituras del Buda. Aquí
puedes apreciar uno que compré en Nepal donde se ven las líneas o pali sobre
los que se escribe. Sin embargo, este que tengo está escrito en el Sánscrito,
uno de los principales lenguajes
de la India todavía.
Menciono todo esto porque todos los términos que voy a mencionar serán en
sánscrito. Por ejemplo, el concepto de “nirvana”, escrito así, es el sánscrito.
En Pali es “nibbana”.
Volviendo al tema, el
primer discurso que dio se llama el Dharmacakrapravartana Sūtra. Uyy, si no
lees el sánscrito, eso significa el “Discurso de la puesta en movimiento de la
rueda del dharma”. Más adelante hablaremos
ese término “dharma”. De
momento es importante tener en cuenta el contexto. Su público son cinco
compañeros suyos que siguen en el camino ascético. Lo que les quiere enseñar es
un camino distinto, un camino medio. Les dice que la vía de un hedonismo total
trae muchos problemas, y con eso sus amigos están de acuerdo. Pero también les
cuenta que la vía del ascetismo tampoco llega a la liberación. El camino medio
entre estos dos extremos es lo que les va a enseñar y comienza con una
reflexión sobre la realidad de la experiencia humana, una realidad que explica
en las Cuatro Nobles Verdades. Pasemos a ello.
1. La vida es sufrimiento.
2. La causa de ese sufrimiento es el aferramiento o apego.
3. Al extinguir el apego se puede extinguir el sufrimiento.
4. El camino para lograr esto es el camino óctuple.
Leyendo estas cuatro verdades,
no puedo evitar pensar en los 10 mandamientos de la Biblia. El cristianismo
también dice que la vida es sufrimiento, pero identifica su causa en el pecado
original. Su cura consiste en creer en Dios y en su hijo Jesús y las penas de
esta vida serán recompensadas en una vida posterior. Aun cuando el profeta dijo
que Sidarta sería un salvador del mundo, lo que se ve en estas cuatro verdades
no es el lenguaje religioso de creencia y fe, sino el lenguaje de un médico. El
Buda diagnostica un problema, identifica su causa, da un pronóstico, y luego
una receta. No pide que tengamos ciertas creencias, sino que hagamos ciertas
cosas: que entendamos la naturaleza del sufrimiento, que soltemos el apego, que
llevemos a cabo la cesación del apego, y que lo hagamos cultivando cierto tipo
de camino en la vida. Y, es más – la cura se da en esta vida, no en una por
venir.
Bueno, veamos de cerca la
primera verdad. La palabra que se traduce como sufrimiento es “dukkha”. Dukkha
tiene muchas acepciones y connotaciones, las cuales el Buda agrupa en tres
principales. La primera y más obvia quizá sea el dolor físico. En su discurso
el Buda dice que el nacimiento es dukkha, y también la enfermedad, la vejez y
la muerte. Estos ejemplos reflejan lo que Sidarta vio en sus primeros viajes
con su chofer: un enfermo, un viejo y un cadáver. Y como dijo su chofer, ni
siquiera un príncipe los puede evitar, ni tampoco, deberíamos agregar, un Buda.
El Buda es un médico espiritual, no físico, entonces no pretende quitar dolores
de ese tipo.
Además de la enfermedad y
la vejez que menciona el Buda, a lo mejor pienses también en cosas como el
hambre, la violencia, la guerra y la opresión política y social. Es verdad que
el dolor tiene como fuente no sólo procesos naturales, sino también humanas.
Pero aun cuando viviéramos en un mundo sin hambre y violencia, no se puede
evitar el dolor que producen los procesos naturales. Como último, además del
dolor corporal que la enfermedad o la violencia puede producir, hay dolores
mentales también: por su condición, un viejo puede sentir soledad, o un niño
atrapado en una guerra puede sentir miedo y ansiedad.
Pero el dukkha es mucho
más que este tipo de dolor. ¿Has oído la frase “El dolor es inevitable, pero el
sufrimiento es opcional”? La mayor parte de lo que sufrimos tiene que ver no
tanto con lo que nos pasa, sino con cómo reaccionamos a lo que nos pasa. En lo
que sigue en su discurso, habla de un segundo sentido de dukkha. Dice que “la
asociación con lo que no se ama es duḥkha; la separación de lo que se ama es duḥkha”,
y no conseguir lo que se quiere es dukkha”. A veces nos toca lo que no nos
gusta: un trabajo aburrido, una pareja que ronca, no ser del todo atractivo. A
veces perdemos lo que queremos: tu novio rompe contigo, te despiden de un buen
trabajo, o el banco embarga tu coche por falta de pago. El dukkha, dice el
Buda, en resumen, es no conseguir algo que queremos, idea que vemos reflejada
en estos ejemplos.
El sufrimiento que vemos
aquí puede caracterizarse como frustración, decepción, o la insatisfacción en
general. Como el miedo que siente el niño en la guerra, este segundo sentido de
dukkha se trata de un sufrimiento mental. Pero hay una diferencia sutil. Las
condiciones que provocan el miedo del niño se le imponen desde fuera sin que
las provoque o las busque, mientras que la frustración e insatisfacción que
estamos tratando ahora surgen como consecuencia de las decisiones que tomamos
en la vida, decisiones que se toman en aras de hacernos felices.
Ok, concedo que el dolor
físico no es placentero y no lo puedo evitar.
También concedo que no
siempre consigo lo que quiero, pero eso no quiere decir que esté yo sufriendo y
que la vida sea miserable. Me gusta mi trabajo, me gusta hacer estos vídeos de
la Fonda, tengo amigos que me hacen reír, y hoy en la mañana desayuné unos
ricos hotcakes. En pocas palabras, no vivo en un estado constante de éxtasis,
pero tampoco me lo paso sufriendo. Entonces, ¿tiene razón el Buda al decir que
todo es dukkha o sufrimiento? Bueno, el Buda no niega que haya felicidad en la
vida, sólo que es transitoria e impermanente. El pay de chocolate que estás
comiendo va a terminar, el fin de semana termina y llega el lunes, las
mariposas que sientes en el estómago al enamorarte vuelan con el tiempo, las
arrugas reemplazan la flor de la juventud, las amistades cambian, y nuestros
queridos mueren. Y aun cuando el pay de chocolate de hace sentir bien, estás
consciente al mismo tiempo de que va a terminar, de modo que los momentos de
felicidad no son puros sino mezclados con dukkha.
Si las cosas no fueran
así, toda la industria de la mercadotecnia no tendría nada que hacer. Cuentan
con el dukkha como condición básica de la vida y la transitoriedad de la
felicidad para vender sus productos. E incluso Sigmund Freud expresa esta idea
del Buda al decir que la felicidad no es algo positivo en sí mismo, sino sólo
la ausencia momentánea del sufrimiento. Lo que dice Freud y el Buda al respecto
podría entenderse mejor con una metáfora. Imagínate el dukkha como el agua y la
felicidad como la tierra. En vez de ver la vida humana como una gran extensión
de tierra con unos lagos por aquí y allá, ellos dicen que es más bien como un
vasto mar de agua con unas islas esparcidas por aquí y allá.
Esta metáfora me hace
pensar en los reportes que hemos escuchado en los últimos años sobre osos
polares que nadan horas o días para encontrar un pedazo de hielo firme, pero
que luego tienen que seguirle a buscar el siguiente. Esos pedazos de hielo son
como las metas que planteamos, como la pareja, el grado académico, el trabajo,
el coche, cosas que una vez que las tengamos tienden a perder su atractivo o
simplemente cambian o se transforman, al igual que el hielo se derrite, y
seguimos en la búsqueda por el siguiente objeto que esperamos poseer. Con cada
experiencia de perder algo, vivimos más intensamente en la anticipación de lo
que vendrá, pensando “ahora sí, esta vez me va a llenar la vida, y estaré
completamente satisfecho”. Y nunca las cosas se dan así.
Y si la impermanencia y
carácter cambiante de los objetos de nuestro deseo fuera poco, el Buda dice que
el sujeto que trata de agarrar esas cosas también es impermanente y cambiante.
Termina su discusión de la primera noble verdad diciendo: “En breve, los cinco
agregados del aferramiento son duḥkha”. Eso de los cinco agregados se refiere a
los constituyentes de los seres sentientes, especialmente los seres humanos.
Vamos a analizarlos con más detalle en el siguiente vídeo, pero de momento
basta saber que el Buda no comparte para nada toda la tradición aristotélica,
medieval y racionalista que habla de los sujetos o los objetos en términos de
sustancia, como aquello que no depende de otra cosa. Si te acuerdas de mis
vídeos sobre el hinduismo, el atman o el alma eterno de cada individuo, sería
muy parecido a esa noción de sustancia. Sin embargo, para el Buda, todo
fenómeno de la existencia es contingente y condicionado, y por lo tanto
impermanente. En vez del atman, entonces, el Buda habla del anatman, el no-yo.
El anatman, junto con el dukkha y la impermanencia, son las tres marcas o
características básicas de la existencia. La impermanencia del ser humano, lo
que el Buda llama anatman, no quiere decir simplemente que todos vamos a morir
algún día. Todos sabemos eso.
Significa algo más
radical aún, que el ser humano, al igual que el mundo que le rodea, no es más
que un complejo de acontecimientos transitorios en el que, como decía David
Hume, ningún yo o esencia permanente reside.
Esta idea está la base
del tercer y último sentido de dukkha, que consiste en una sensación muy
general del carácter insatisfactorio de toda existencia fenoménica. La palabra
alemana angst la capta muy bien y también un comentario de Henry David Thoreau
cuando dice que “La mayoría de los hombres viven en una desesperación
silenciosa”. Es la profunda inquietud que sentimos cuando pensamos en el futuro
o en el sentido de nuestra propia vida, como si la vida fuera un sueño y
nosotros meros somnámbulos simplemente pasándola sin realmente vivirla.
Al principio, comenté que
dukkha se traduce generalmente como “sufrimiento”, y eso sin duda es parte de
su acepción, pero “insatisfacción” también
me parece muy importante,
especialmente si nos fijamos en su etimología. “Satisfacer” viene del latín:
satis (suficiente) y facere (hacer), o sea, hacer suficiente. Decir entonces
que la vida sea insatisfactoria quiere decir que nunca encontramos en ella la
condiciones para que alguna experiencia sea suficiente. Siempre hace falta
algo, y eso en general es lo que hemos visto en estas tres acepciones de la
palabra dukkha.
Bueno, pues no hay nada
como la primera noble verdad para alegrarte el día ¿verdad? Sin duda, uno
podría ver todo esto como muy pesimista, y de hecho así lo interpretó
Schopenhauer quien introdujo el hinduismo y el budismo a la filosofía
occidental. Schopenhauer es conocido como el gran pesimista de la tradición y
me pregunto si todo lo que dice sobre la Voluntad tuvo su inspiración en una
mala interpretación del budismo. No lo sé, pero lo que sí sé es que la
enseñanza del Buda no es ni pesimista ni optimista, sino realista. Ésta es la
situación en que nos encontramos. Cualquier diagnosis espanta al principio,
pero la buena noticia es que tiene solución, una cura. Obviamente, antes de ver
la cura hay que saber su causa, la cual, según nos dice la segunda noble
verdad, es el aferramiento o el apego. Para entender cómo esto conduce al
sufrimiento, tendremos que tratar más a fondo las ideas del Buda sobre el
carácter condicionado de la existencia, los cinco agregados que comentamos
anteriormente y su célebre noción de anatman, el no-yo.
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