BUDA EN “101 CUENTOS CLÁSICOS DE LA INDIA” (1994)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
El
maestro yoga español Ramiro Antonio Calle Capilla (1943) recoge una serie de
cuentos cásicos de la India que tienen la peculiar característica de ser muy
breves pero inmensos en sus mensajes de sabiduría. Particularmente me gustaron
tres relacionados con Buda: Los ciegos y los elefantes, La imperturbabilidad del Buda y El grano de mostaza.
1
LOS
CIEGOS Y EL ELEFANTE
Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta cuando
llegaron un buen número de ascetas de diferentes escuelas metafísicas y
tendencias filosóficas. Algunos sostenían que el mundo es eterno, y otros, que
no lo es; unos que el mundo es finito, y otros, infinito; unos que el cuerpo y
el alma son lo mismo, y otros, que son diferentes; unos, que el Buda tiene
existencia tras la muerte, y otros, que no. Y así cada uno sostenía sus puntos
de vista, entregándose a prolongadas polémicas. Todo ello fue oído por un grupo
de monjes del Buda, que relataron luego el incidente al maestro y le pidieron
aclaración. El Buda les pidió que se sentaran tranquilamente a su lado, y habló
así:
--Monjes, esos disidentes son ciegos que no
ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no
real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora os
contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un maharajá que mandó reunir a
todos los ciegos que había en Sabathi y pidió que los pusieran ante un elefante
y que contasen, al ir tocando al elefante, qué les parecía. Unos dijeron, tras
tocar la cabeza: “Un elefante se parece a un cacharro”; los que tocaron la
oreja, aseguraron: “Se parece a un cesto de aventar”; los que tocaron el
colmillo: “Es como una reja de arado”; los que palparon el cuerpo: “Es un
granero”. Y así, cada uno convencido de lo que declaraba, comenzaron a
querellarse entre ellos.
El Buda hizo una pausa y rompió el silencio
para concluir:
--Monjes,
así son esos ascetas disidentes: ciegos, desconocedores de la verdad, que, sin
embargo, sostienen sus creencias.
*El
Maestro dice: La visión parcial entraña más desconocimiento que conocimiento
2
.LA
IMPERTURBABILIDAD DEL BUDA
Durante
muchos años el Buda se dedicó a recorrer ciudades, pueblos y aldeas impartiendo
la Enseñanza, siempre con infinita compasión. Pero en todas partes hay gente
aviesa y desaprensiva. Así, a veces surgían personas que se encaraban al
maestro y le insultaban acremente. El Buda jamás perdía la sonrisa y mantenía una
calma imperturbable. Hasta tal punto conservaba la quietud y la expresión del
rostro apacible, que un día los discípulos, extrañados, le preguntaron:
--Señor,
¿cómo puedes mantenerte tan sereno ante los insultos? Y el Buda repuso:
--Ellos
me insultan, ciertamente, pero yo no recojo el insulto.
*El
Maestro dice: Insultos o halagos, que te dejen tan imperturbable como la brisa
de aire al abeto.
3
EL
GRANO DE MOSTAZA
Una
mujer, deshecha en lágrimas, se acercó hasta el Buda y, con voz angustiada y
entrecortada, le explicó:
--Señor,
una serpiente venenosa ha picado a mi hijo y va a morir. Dicen los médicos que
nada puede hacerse ya.
--Buena
mujer, ve a ese pueblo cercano y toma un grano de mostaza negra de aquella casa
en la que no haya habido ninguna muerte. Si me lo traes, curaré a tu hijo.
La
mujer fue de casa en casa, inquiriendo si había habido alguna muerte, y
comprobó que no había ni una sola casa donde no se hubiera producido alguna.
Así que no pudo pedir el grano de mostaza y llevárselo al Buda.
Al
regresar, dijo:
--Señor,
no he encontrado ni una sola casa en la que no hubiera habido alguna muerte. Y,
con infinita ternura, el Buda dijo:
--¿Te
das cuenta, buena mujer? Es inevitable. Anda, ve junto a tu hijo y, cuando
muera, entierra su cadáver.
*El
Maestro dice: Todo lo compuesto, se descompone: todo lo que nace, muere. Acepta
lo inevitable con ecuanimidad.
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