CAPÍTULO
4
1
En
nuestra tradición decimos que para presentar la naturaleza de la mente han de
concurrir “tres auténticos”: la bendición de un auténtico maestro, la devoción
de un auténtico discípulo
y
el linaje auténtico del método de introducción.
2
El
descubrimiento todavía revolucionario del budismo es que la vida y la muerte
están en la mente, y en ningún otro lugar. La mente se revela como base
universal de la experiencia; creadora de la felicidad y creadora del
sufrimiento, creadora de lo que llamamos vida y de lo que llamamos muerte.
3
A
lo largo de la historia, los santos y los místicos han adornado sus
percepciones con distintos nombres y le han conferido distintos rostros e
interpretaciones, pero lo que experimentan fundamentalmente todos ellos es la
naturaleza esencial de la mente. Los cristianos y los judíos la llaman «Dios»;
los hindúes la llaman «el Yo», «Shiva», «Brahmán» y «Vishnú»; los místicos
sufíes la llaman «la Esencia Oculta», y los budistas la llaman «la naturaleza
de buda». En el corazón de todas las religiones se halla la certidumbre de que
existe una verdad
fundamental,
y que esta vida constituye una oportunidad sagrada para evolucionar y
conocerla.
4
Buda
es cualquier persona, que ha despertado completamente de la ignorancia y se ha
abierto a su vasto potencial de sabiduría. Un buda es una persona que ha puesto
un definitivo final al sufrimiento y la frustración y ha descubierto una paz y
una felicidad duraderas e inmortales.
5
Las
enseñanzas hablan de cuatro defectos que nos impiden comprender la naturaleza
de la mente en este mismo instante:
1.
La naturaleza de la mente está demasiado próxima para que la reconozcamos. Así
como no podemos ver nuestra propia cara, a la mente le resulta difícil
contemplar su propia naturaleza.
2.
Es demasiado profunda para que podamos sondearla. No tenemos ni idea de lo
profunda que puede ser; si la tuviéramos, ya la habríamos penetrado, al menos
en cierta medida.
3. Es demasiado fácil para que podamos creer en ella. En realidad, lo único que hemos de hacer es sencillamente descansar en la conciencia desnuda y pura de la naturaleza de la mente, que siempre está presente.
4.
Es demasiado maravillosa para que podamos contenerla. Su misma inmensidad es
demasiado vasta para nuestra estrecha manera de pensar. Nos resulta imposible
creer en ella. Y tampoco podemos concebir que la Iluminación sea la auténtica naturaleza
de nuestra mente.
6
Es
interesante observar que «budista», en tibetano, se dice nangpa. Esta palabra significa
«persona interior»; es decir, una persona que no busca la verdad fuera, sino
dentro de la naturaleza de la mente. Todas las enseñanzas y prácticas del
budismo se dirigen a este único
punto:
a contemplar la naturaleza de la mente, y de este modo liberarnos del miedo a
la muerte y ayudarnos a conocer la verdad de la vida.
7
Es la meditación lo que purifica lentamente la mente ordinaria, desenmascarando y agotando sus hábitos e ilusiones, y nos permite reconocer, en el momento adecuado, quiénes somos en realidad.
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