TRAS LA HUELA DE BUDA

TRAS LA HUELA DE BUDA

domingo, 6 de junio de 2021

EL LIBRO TIBETANO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE. CAPÍTULO 4 DE LA PRIMERA PARTE.

 


 

CAPÍTULO 4

1

En nuestra tradición decimos que para presentar la naturaleza de la mente han de concurrir “tres auténticos”: la bendición de un auténtico maestro, la devoción de un auténtico discípulo

y el linaje auténtico del método de introducción.

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El descubrimiento todavía revolucionario del budismo es que la vida y la muerte están en la mente, y en ningún otro lugar. La mente se revela como base universal de la experiencia; creadora de la felicidad y creadora del sufrimiento, creadora de lo que llamamos vida y de lo que llamamos muerte.

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A lo largo de la historia, los santos y los místicos han adornado sus percepciones con distintos nombres y le han conferido distintos rostros e interpretaciones, pero lo que experimentan fundamentalmente todos ellos es la naturaleza esencial de la mente. Los cristianos y los judíos la llaman «Dios»; los hindúes la llaman «el Yo», «Shiva», «Brahmán» y «Vishnú»; los místicos sufíes la llaman «la Esencia Oculta», y los budistas la llaman «la naturaleza de buda». En el corazón de todas las religiones se halla la certidumbre de que existe una verdad

fundamental, y que esta vida constituye una oportunidad sagrada para evolucionar y conocerla.

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Buda es cualquier persona, que ha despertado completamente de la ignorancia y se ha abierto a su vasto potencial de sabiduría. Un buda es una persona que ha puesto un definitivo final al sufrimiento y la frustración y ha descubierto una paz y una felicidad duraderas e inmortales.

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Las enseñanzas hablan de cuatro defectos que nos impiden comprender la naturaleza de la mente en este mismo instante:

1. La naturaleza de la mente está demasiado próxima para que la reconozcamos. Así como no podemos ver nuestra propia cara, a la mente le resulta difícil contemplar su propia naturaleza.

2. Es demasiado profunda para que podamos sondearla. No tenemos ni idea de lo profunda que puede ser; si la tuviéramos, ya la habríamos penetrado, al menos en cierta medida.

3. Es demasiado fácil para que podamos creer en ella. En realidad, lo único que hemos de hacer es sencillamente descansar en la conciencia desnuda y pura de la naturaleza de la mente, que siempre está presente.

4. Es demasiado maravillosa para que podamos contenerla. Su misma inmensidad es demasiado vasta para nuestra estrecha manera de pensar. Nos resulta imposible creer en ella. Y tampoco podemos concebir que la Iluminación sea la auténtica naturaleza de nuestra mente.

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Es interesante observar que «budista», en tibetano, se dice nangpa. Esta palabra significa «persona interior»; es decir, una persona que no busca la verdad fuera, sino dentro de la naturaleza de la mente. Todas las enseñanzas y prácticas del budismo se dirigen a este único

punto: a contemplar la naturaleza de la mente, y de este modo liberarnos del miedo a la muerte y ayudarnos a conocer la verdad de la vida.

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Es la meditación lo que purifica lentamente la mente ordinaria, desenmascarando y agotando sus hábitos e ilusiones, y nos permite reconocer, en el momento adecuado, quiénes somos en realidad.

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